Cuando los pibes vuelvan a preguntar, ¿cómo eran las noches de Copa Libertadores de las décadas pasadas? Cuando pidan más datos para tratar de entender cómo se vivía en el Centenario un duelo copero, en los tiempos que Nacional o Peñarol se hacían respetar en base al juego sólido, a la entereza de sus hombres y al calor popular de las tribunas, no será necesario ir a los archivos fotográficos o de videos.
Lo que se vivió en la noche del jueves es exactamente lo que pasaba en las gloriosas jornadas en las que los visitantes terminaban "mordiendo" el césped.
Los jugadores de Nacional, y su gente, protagonizaron una verdadera fiesta deportiva. Ganando en la cancha y en las tribunas.
El equipo jugó como tantas veces lo hicieron los uruguayos en ese Monumento Mundial al fútbol y así hay, a no dudarlo, lugar para la ilusión, para considerar que todo es posible.
Al final, como alguna vez me lo aseguró Gregorio Pérez, sólo se trata de convencimiento. De consustanciarse con el objetivo. De creer que todo pasa por lo que realmente se quiera.
El jueves parecía estar viendo al aguerrido equipo tricolor de 1988. Igualito. Con un juego serio. Sólido. Con hombres.
Ovación digital
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