Abdón Porte

Posted by Publicado por NINO


Historia : Abdón Porte
. : La vida por Nacional : .

¡Ha muerto el Indio el querido Indio!. Esta quieto en el medio de la cancha, en el medio del Parque, ¡Ha muerto Abdón Porte!, ¡Ha dado la vida por Nacional!.

El "Indio", Severino Castillo, se levantó como todas las mañanas. Mateó algunos amargos con la patrona y luego, se fue rumbo a su habitual tarea de alambrador en el Parque Central. La mañana era gélida, casi congelante, pero igual había que cumplir. El sol apenas estaba saliendo por el horizonte, pero para el hombre que nació en Tapes Grandes, departamento de Lavalleja, no iba a ser una mañana más desde su ingreso a Nacional en el año 1909.
Caminó unos metros y divisó algo caído a un costado del campo de juego. "Los botijas se olvidaron de algo" pensó para sus adentros y siguió caminando rumbo al bulto. Sorpresa enorme se llevó cuando a escasos metros pudo ver lo que allí había. Era un cuerpo humano que yacía boca abajo. La taquicardia le llegó a su límite más intenso cuando identificó el cadáver...Era nada menos que Abdón, el centro-half tricolor...(*)

Abdón inició su carrera futbolística en el club Colón, de allí decidió jugar por el club Libertad, para luego en el año 1911, pasar a jugar por el querido Nacional
Aquel 12 de Marzo de 1911, debutó en Nacional, en un partido amistoso contra el Dublín. Comenzó su carrera en Nacional como back derecho. Aquel día marcó una vida, un sentimiento, en aquel instante se fusionaron la camisa alba y el corazón grandote del Indio, para nunca más separarse, ¿Quién no siente un cosquilleo extraño al pensar en Abdón?, sólo los hinchas de Nacional, podemos tratar de entender al Indio, sólo los que queremos bien al Bolso podemos tratar de pensar lo que fue Nacional para el Abdón.

Había dicho "el día que no le pegue, me pego un tiro en el Parque", pero ¿quién pensaría en aquella frase, como si fuera una sentencia?, tal vez pensaríamos en una broma, pero nunca una promesa.

Amor mal entendido, amor desequilibrado quizás, pero amor al fin, ejemplo claro de amor a la causa, a su causa, a nuestra causa, que esta unida a un mismo sentimiento, a una misma pasión, hacer grande a nuestro querido Nacional.
Su último encuentro fue contra el Charley y la actuación de Porte fue muy buena y la victoria le correspondió a Nacional por 3 a 1.

Abdón había fijado la fecha de su casamiento para el 3 de Abril.
¿Qué había ocurrido? La Comisión Directiva, había resuelto sustituirlo.

El Indio había ganado todo con Nacional, y en su irracionalidad, quizás, no encontró consuelo su corazón ¿Quién puede saber lo que paso por su mente?, pero Abdón no podía asimilar la idea, la de dejar el club, es que la camiseta era parte de su cuerpo y el corazón era tricolor, era imposible separar uno del otro, Abdón era Nacional, su pensamiento era Nacional, su respiración era por Nacional, como dijo el Presidente Numa Pesquera: "Nacional era su ideal, lo amaba como el creyente a su fe, como el soldado a su bandera" Aquel 5 de Marzo de 1918, se pegó un tiro.

El Indio dio la vida por Nacional, decimos que en Nacional existió gente que dio la vida por Nacional, entre ellos Abdón, su sangre regó el Parque y regó la camiseta de Nacional infundiéndola de coraje, aún más de mucho más amor, por este acto mostró a su manera el amor a Nacional, aprendimos a querer y a respetar Abdón por su juego, pero su amor fue más fuerte.
El Indio había dado muestras de amor a la causa, en un encuentro fue lesionado de gravedad, a pocos minutos de comenzar el juego, pero él siguió en la cancha, este hecho le costo estar ausente por varios juegos, ese fue el Indio, amor incondicional.
Este legado que dejado Abdón y que luego otros luchadores nos han dejado, Abdón vivirá por siempre en nuestras memorias.
Los jugadores del club resolvieron, enviar una corona, formar guardia permanente, firmar un pergamino, y entregárselo a los deudos, llevar los cordones de la carroza fúnebre.
Wanderers ofreció jugar un encuentro beneficio de los deudos y pidió que ese día no se jugara ningún encuentro, el club Peñarol y Charley mandaron coronas, y las instituciones de la liga se solidarizaron con Nacional. Eusebio Céspedes, hizo posible que se cumpliera el deseo de Abdón, que fuera sepultado al lado de Carlos y Bolívar en el cementerio de la Teja.

Todo lo que se diga de Abdón es poco.
Cuándo los rivales no ven, él es quien ayuda a despejar a la defensa e incluso acompaña al ataque y cabecea aún hoy, llega a trancar, y apoya, ¿no lo vieron ustedes?.
La fuerza del Indio aún nos acompaña. ¡Abdón está vivo! ¡Aún está de pie!.
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La figura de Abdón Porte y su trágico final impactaron al genial escritor salteño Horacio Quiroga al punto tal que escribiera a dos meses de la muerte del futbolista --al que llama Juan Polti--, un cuento que fuera publicado en la revista argentina Atlántida en mayo de 1918.

Juan Polti, half-back
Horacio Quiroga
"Cuando un muchacho llega, por A o B, y sin previo entrenamiento, a gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria, pierde la cabeza irremediablemente. Es un paraíso demasiado artificial para su joven corazón. A veces pierde algo más, que después se encuentra en la lista de defunciones.

Tal es el caso de Juan Polti, half-back del Nacional de Montevideo. Como entrenamiento en el juego, el muchacho lo tenía a conciencia. Tenía, además, una cabeza muy dura, y ponía el cuerpo rígido como un taco al saltar; por lo cual jugaba al billar con la pelota, lanzándola de corrida hasta el mismo gol.

Polti tenía veinte años, y había pisado la cancha a los quince, en un ignorado club de quinta categoría.

Pero alguien de Nacional lo vio cabeceador, comunicándolo enseguida a su gente. El Nacional lo contrató y Polti fue feliz.

Al muchacho le sobraba, naturalmente, fuego y este brusco salto en la senda de la gloria lo hizo girar sobre sí mismo como un torbellino. Llegar desde una portería de juzgado a un ministerio, es cosa que, razonablemente, puede marear; pero dormirse forward de un club desconocido y despertar half-back del Nacional, toca en lo delirante.

Pues bien: un día, Polti comenzó a decaer. Nada muy sensible; pero la pelota partía demasiado a la derecha o demasiado a la izquierda; o demasiado alto; o tomaba demasiado efecto. Cosas éstas todas que no engañaban a nadie sobre la decadencia del gran half-back. Sólo él se engañaba, y no era tarea amable hacérselo notar.

Corrió un año más, y la comisión se decidió al fin reemplazarlo. Medida dura si las hay, y que un club mastica meses enteros, porque es algo que llega al corazón de un muchacho que durante cuatro años ha sido la gloria de su field.

Cómo lo supo Polti antes de serle comunicado, o cómo lo previó --lo que es más posible--, son las cosas que ignoramos. Pero cierto es que una noche el half-back salió contento de casa de su novia, porque había logrado convencer a todos que debía casarse el 3 del mes entrante, y no otro día. El 3 cumplía años ella, y se acabó.

Así fueron informados los muchachos esa misma noche en el club, por donde pasó Polti hacia media noche. Estuvo alegre y decidor como siempre. Estuvo un cuarto de hora, y después de confrontar, reloj en mano, la hora del último tranvía a la Unión, salió.

Esto es lo que se sabe de esa noche. Pero esa madrugada fue hallado el cuerpo del half-back acostado en la cancha, con el lado izquierdo del saco un poco levantado, y la mano derecha oculta bajo el saco.

En la mano izquierda apretaba un papel, donde se leía:

"Querido Doctor y Presidente:
Le recomiendo a mi vieja y a mi novia. Usted sabe por qué hago esto.
¡Viva el Club Nacional!

Y más abajo esos versos:
Que siempre esté adelante
El club para nosotros anhelo
Yo doy mi sangre por todos mis compañeros,
Ahora y siempre el club gigante.
¡Viva el Club Nacional!"

El entierro del half-back Juan Polti no tuvo, como acompañamiento de consternación, sino dos precedentes en Montevideo. Porque lo que llevaban a pulso por espacio de una legua era el cadáver de una criatura fulminada por la gloria, para resistir la cual es menester haber sufrido mucho tras su conquista.

Nada, menos que la gloria, es gratuito. Y si se la obtiene así, se paga fatalmente con el ridículo, o con un revólver sobre el corazón."

(*) Diario La República 1999
Foto: Libro "Hacia el campo van los albos"

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